Una feminista en Guatemala

En un pequeño pueblo de Guatemala se esconde una mujer que rompió esquemas sociales, culturales y artísticos

Al llegar a San Juan La Laguna, amarran nuestra pequeña lancha a un muelle y muchos guías turísticos nos invitan a ver la iglesia en el centro del pueblo por alguna módica suma. También nos ofrecen telas, artesanías, y si a uno no le interesa, hay artesanías hechas por indígenas con Síndrome de Down. La calle de San Juan es empinada.

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La entrada de San Juan La Laguna

“No camine, la llevo en tuk-tuk. Tour por el pueblo.”

Escogemos caminar.

Los primeros cien metros de la subida están densamente poblados con comercio: café, pinturas, artesanías, billeteras, mantas, huipiles. Nosotros queremos comprar arte.

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Escándaloso, duro, lento y divertido. Este es el famoso tuk-tuk

Es más, buscamos específicamente una pequeña galería que se esconde tras el nombre de Cooperativa Chiyá.

Conocimos a uno de sus pintores, Antonio, en la Casa de Santo Domingo en Antigua. Él nos recomendó viajar hasta el pueblo que colinda uno de los lagos más bonitos del mundo para conseguir las pinturas a menor precio.

Al entrar, no se ven las paredes. Están escondidas detrás de cuadros colocados con precisión de un experto en Tetris. Nos atiende una mujer robusta, de poca altura, y una sonrisa permanente. Su voz es suave, uniforme. Hay que acercarse para escucharla.

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Angelina sonríe casi siempre

Nos explica sus dos estilos favoritos. El primero se llama vista de pájaro, en donde ella se imagina volando y que debajo la saludan. O sólo la vuelven a ver. Hay colores, rayas, texturas que rompen la superficie.

El segundo efecto se llama la vista de hormiga. Ella se reduce a un pequeño ser que camina por las calles de San Juan. Viendo hacia arriba, casi indefensa, encuentra un mundo imponente, que logra que cualquiera se cuestione su propia existencia.

Pero aparte de tener un particular estilo, nos llama más la atención por qué comenzó a pintar. En los pueblos que rodean el Lago Atitlán, el arte se separa de manera muy definida. Los hombres pintan. Las mujeres tejen.

O, al menos, así se hacía antes.

Hasta que llegó ella. Angelina Quic Ixtamer. Es indígena. Es artista y es feminista.

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Vista de aire. En esta pintura, nadie ha notado a Angelina

Nunca le gustó que le dijeran que sólo podía tejer. Su abuelo, el primero pintor de la zona, solía viajar con sus hijos hasta la capital para comprar un pincel, dos tubos de pintura, un lienzo.

Luego, solía darles clases a sus hijos, quienes luego le darían clase a sus hijos, en una cascada de herencia cultural rica, que a su vez creaba micro-tradiciones.

Antonio, a quien conocimos en Antigua, se especializó en siluetas de mujeres. Su padre en pintar maíz con tal detalle que uno puede palparlo.

Y ahí estaba Angelina, quien quería pintar.

 “Aquí hay mucho machismo. Pero no acepté que me dijeran que no podía pintar. Las mujeres también lo podemos hacer.” Explica.

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Una mujer orgullosa conoce a otra mujer orgullosa

Así fue. Angelina fue la primera mujer en pintar en óleo en el pueblo. Aprendió de su esposo y sus familiares, quienes la apoyaron en todo su viaje. Su capacidad de absorber el conocimiento fue rápida y especializó en su particular estilo.

Desde hace 21 años, se dedica a capturar escenas cotidianas, algunas que existen, como mercados, y otras que ya no, como barcos llenos de mercadería para el trueque entre pueblos.

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Las peculiares lanchas para devolvernos

Se despide agradecida y humilde de que compramos su pintura. No es la persona que alardea de sus logros. Es más, no es sino hasta que llegamos a Costa Rica y me pongo a investigar que me doy cuenta que ha ganado premios, ha expuesto su trabajo fuera de Guatemala (incluyendo Israel).

Simplemente recoge sus herramientas, las prepara, y sigue pintando. Así trabaja la primera pintora del pueblo de San Juan La Laguna.

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El lago de Atitlán el día antes de partir

Author: Bernardo Montes de Oca

Escribo de este mundo. Aunque es cansado.

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