Una idea nos apasiona. Pero necesitamos más que sólo pasión para convertirla en algo real
Muy dentro de nuestras mentes, hay una idea, un sueño, que niega irse. Es un virus de pasión. Durante años, nos ha mantenido despiertos incontables noches. Durante días, nos han desconcentrado de las labores diarias. Queremos que se cumpla. Haríamos lo que fuera para que se cumpla. Ese virus, esa enfermedad, esa pasión nos genera una pequeña obsesión que se puede convertir en algo muy grande.
Cuando tenemos el virus de la pasión por un sueño, pueden pasar dos cosas. La primera es que nos debilita al principio—tal vez intimidándonos con su magnitud, o abrumándonos con lo lejos que se ve—pero luego nos hace más fuertes. La segunda es que sea tan poderoso, es tan determinante en nuestras vidas que sólo queremos dedicarnos a eso y nada más. Nos inmoviliza. Por esto, tenemos que tener cuidado en obsesionarnos sólo con la pasión.
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