La vas a cagar. Galácticamente. Y es lo mejor que te puede pasar.
Hace cuatro años, llegué bien temprano a la oficina. Tenía una energía positiva. Saludé a una compañera, sin notar algo diferente, y me senté en mi cubículo. En cuestión de minutos, me llegó un mensaje de ella por Whatsapp.
“¿Vos llamaste a fábrica para pedir los repuestos de los equipos que revisamos ayer?”
“Sí. Llamé a Juan directamente, ¿por?”